martes, 3 de enero de 2012

La Manzana de la Discordia y la Guerra de Troya

La guerra de Troya, recreada en los poemas homéricos, fue consecuencia de la alianza guerrera de varios reyes de Grecia contra la ciudad de Troya y sus aliados de otros reinos de Asia Menor. Troya estaba situada en el noroeste de la actual Turquía.

Un poco de historia

La península griega fue ligada, desde el neolítico, con las islas del Mar Egeo y la costa este de Asia Menor. Los numerosos puertos naturales a lo largo de las costas griegas y la proximidad de múltiples islas dieron origen a una homogénea civilización marítima. Esta homogeneidad cultural no indujo, sin embargo, la unidad política. Cadenas de montañas y profundos valles dividen la península en pequeñas unidades económicas y políticas de dimensión no superior al de una ciudad y sus alrededores.

La arqueología ha evidenciado que en el neolítico, 4000 años a.C., individuos procedentes del norte de Africa comenzaron a poblar el área del Egeo y que 3000 años a.C. tuvo lugar el paso de la Edad de Piedra a la de Bronce, iniciándose un acelerado proceso de civilización prehistórica que alcanzó en pocos siglos un extraordinario nivel.

Durante el tercer milenio los Aqueos, procedentes del sur del Danubio, invadieron Grecia y se establecieron en el Peloponeso. La tribu Jónica , se estableció en Atica, región en la que está Atenas, y en las Islas Cícladas y los Eolios se asentaron en Tesalia, al nordeste del Peloponeso.

La Edad de Bronce dio lugar a dos culturas en el Egeo. Una de ellas, denominada minoica, por ser Minos el nombre genérico de los reyes cretenses, se centró en la isla de Creta. La otra, llamada Heládica, floreció en la Grecia continental, particularmente al sur, en el Peloponeso.

La cultura cretense dominó el Mediterráneo hasta el año 1500 a.C.. En el 1400 a.C. los Aqueos se apoderan de Creta y asumen el total liderazgo de la región, centrándose, la zona griega más influyente, en los alrededores de Micenas. Pero hacia el 1200 a.C., nuevos invasores, los Dorios, abandonan las montañas del Epiro (noroeste griego) y empleando armas de hierro descienden hasta el Peloponeso, obligando a los Aqueos a dispersarse y a refugiarse en Atica, en la isla de Eubea (Evboia) y en el norte, en Acaya (Achaea).

La guerra de Troya, narrada en La Iliada de Homero, se sitúa en un periodo próximo o coincidente con el principio de la invasión de los Dorios. Corinto y Esparta fueron los centros del poder Dórico. Los refugiados Aqueos, Jónicos, Eolios y los mismos Dorios invadieron paulatinamente las costas de Asia Menor, integrando la zona, económica y políticamente, en Grecia. Más tarde (750-550 a.C.) la expansión demográfica griega propició la colonización de la costa este del Mar Negro, Marsella en Francia y Sicilia y el sur de Italia, que fueron conocidas en latín como "Magna Graecia".

Y aquí termina esta breve historia de la antigua Grecia que sirve de introducción al siguiente resumen sobre las causas de la famosa Guerra de Troya.

LA MANZANA DE LA DISCORDIA

Como muchas epopeyas y contiendas de nuestra vida, la guerra de Troya tuvo su origen en las siempre caprichosas travesuras y veleidades de ese excepcional ser, divino o humano, sin cuya presencia nuestra existencia sería un triste y árido devenir, sembrado de desasosiego y de soledades infinitas y estériles.

Cuenta la leyenda que a la boda del héroe griego Peleo con la diosa del mar, Tetis, no fue invitada la quisquillosa diosa Eris. Esta, enojada por el divino desaire, ideó una peculiar venganza cuyo "imprevisto" desenlace dio lugar a nuestra sangrienta historia.

Eris colocó, en el lugar donde se celebró el banquete de bodas, una manzana de oro con una inscripción que decía, " Para la mejor y más bella entre las diosas". Las diosas comenzaron inmediatamente a "disputar" por el derecho a quedarse el siempre polémico fruto y tres de ellas quedaron finalistas.

Rea la hermana y esposa de Zeus, reina de las diosas, protectora de los matrimonios y de considerable fuerza a tener en cuenta; Atenea (Athena), hija de Zeus, poderosa guerrera, de gran sabiduría y destreza en las bellas artes, y, por último, Afrodita, la diosa de la pasión que, nacida de la enrojecida espuma del mar, era considerada hija de Zeus. ( Ver La Creación)

Ante aquellas encolerizadas pero divinas hembras, ninguno de los dioses se atrevió a mediar en la contienda y decidieron delegar, el arbitraje y la elección de la mejor, en un mortal.

Las tres diosas, precedidas por el dios Hermes, que actuaría como mensajero, descendieron del Olimpo para entrevistarse con el hermoso príncipe Paris, hijo del rey Príamo de Troya y de su esposa Ecuba. Paris, en aquellos días, se encontraba cuidando un rebaño de ovejas en el Monte Ida, lugar desde el que, se dice, los dioses contemplaron más tarde las batallas de Troya.

Las diosas, haciendo gala de su gran poder de seducción, se pusieron inmediatamente a la tarea de sobornar al hermoso príncipe troyano, en cuyas manos se hallaba tan transcendente decisión para el futuro prestigio de las olímpicas.

Hera le ofreció reinar sobre Asia y Europa; la marcial Atenea le prometió habilidad militar y fama, y Afrodita le propuso que le entregaría a Helena, la más bella mujer del Egeo, desde antaño deseada y pretendida por todos los reyes, príncipes y héroes guerreros de la época.

Paris, probablemente cansado del bucólico pastoreo de ovejas, eligió, sin dudarlo un instante, la oferta de Afrodita. La decisión despertó la ira de las otras diosas que le juraron calladamente rencor eterno, como no cabía esperar menos de su condición femenina.

Pocas jornadas después, Paris embarcó hacia Grecia en compañía del héroe troyano Eneas. Su destino final fue Esparta, donde Helena residía con su esposo Menelao, rey de Esparta y hermano del poderoso Agamenón, rey de Micenas. Se hospedó en casa de Menelao y, cuando este tuvo que partir para resolver rutinarios asuntos de gobierno, raptó a Helena.

Es necesario indicar que la abducción de Helena no fue un rapto violento. La mujer de aquella época era considerado un ser pasivp que se sometía, sin oposición ni grandes sentimientos de culpabilidad, al capricho del hombre que la tomaba, (¡que maravilla!). Pero el rapto o abducción de Helena, no solo fue una grave ofensa al anfitrión, sino también a Zeus, que a través de una de sus múltiples personalidades, Zeus Xenius, había apadrinado, en su día, esa unión. Con esto, Paris, se gano la enemistad de Zeus que unida a la, ya obtenida, de las diosas no favorecidas en el juicio de "La Manzana de Oro", Hera y Atenea, traerían para él y para su pueblo la cruenta tragedia de una interminable guerra.

Para mayores males, los numerosos y anteriores pretendientes de Helena, hasta su enlace con Menelao, consideraron el rapto como una traición a su honor, pues cuando fueron aspirantes al favor de la bella se juramentaron para defender el honor del que fuese elegido, como esposo, por la bella Helena, "la de larga melena". Agamenón, el más poderoso de los reyes griegos, asumió el mando de la expedición de rescate de su cuñada y de castigo de los troyanos.

Este fue el origen de la guerra de Troya y el desenlace de una curiosa disputa femenina por una manzana de oro "The Golden Apple".

Al parecer la imaginación de los pueblos primitivos no iba mucho más allá de las manzanas como causa de disputas entre dioses y humanos. No fue esta, ni la primera, ni la última manzana origen de las terribles desgracias que han caído sobre los manipulados mortales, varones siempre dispuestos a perder sus paraísos por el caprichoso deseo que las hembras sienten por esta fruta dorada.

Tanto, el fruto prohibido del Antiguo Testamento, como la Manzana de la Discordia y la manzana de Blancanieves deberían ser suficientes ejemplos para proscribir el cultivo de cierto frutal, pero no se ha generado todavía, entre los humanos, el debido respeto por las delicadas manzanas, al parecer, trampa favorita de los dioses, a pesar de los nefastos antecedentes que las mitologías y los cuentos nos trasladan.
Sería deseable conocer cual, de estas fantásticas historias fue la primera, si descartamos la de la roja manzana del cuento. Me inclino a pensar que la historia de la manzana de Adán y Eva fue traída de la remota cultura griega como símbolo de desgracia para los pueblos y que la serpiente, encarnación del ángel excluido del cielo, reemplazó a la diosa Eris, única divinidad excluida de festín nupcial de Peleo y Tetis que, por cierto, fueron los padres del héroe homérico Aquiles "el de los pies alados y de corta vida", uno de los autores de la web A&D.

La Guerra de Troya (siglo XII a.C.) duró nueve años y Homero (siglo IX-VIII a.C.) describe su final en la Iliada. La batalla definitiva se desarrolló en un periodo de unos cincuenta días. El relato de los mejores episodios será objeto de varias páginas de esta web, pues el colorido y dinamismo de la obra de Homero invitan a su reproducción e ilustración electrónica con los numerosos elementos gráficos y fotografías de las obras de arte, de los personajes y de las escenas que la epopeya ha inspirado durante siglos y que actualmente pueden encontrarse en Internet.

La Iliada, es un acertado retrato de la relación del poder con los simples y heroicos mortales y muestra las ya entonces necesarias e intuidas reglas que los humanos debían observar para evitar caer en desgracia o ganar el favor de los poderosos dioses. Esto permite establecer, miles de años después, curiosas comparaciones, con aquel mundo, que permiten demostrar, que aunque el hombre haya progresado, técnica o materialmente, apenas lo ha hecho su pensamiento, especialmente en todo lo que afecta a sus relaciones con los dioses y sus agentes o reflejos clónicos en la Tierra.

No me gustaría finalizar esta página, adaptada y traducida por nosotros de la valiosa información que se ofrece en Internet sobre la Grecia antigua, sin hacer un breve comentario sobre La Odisea.

Existen serias dudas de que Homero fuese también el autor de la Odisea. Aunque narra otros aspectos de la famosa guerra de Troya, la obra encierra gran cantidad de bellos y conocidos relatos pero con poca conexión y de estilos diferentes. Historias como la de Ifigenia, hija de Agamenón, que estuvo cerca de ser sacrificada para calmar la ira de los dioses. La de Ulises, que en un principio fingió locura para evitar unirse a la contienda con los troyanos. El regreso de Ulises a Itaca, finalizada la guerra de Troya, duró una eternidad, nueve años, y se vio envuelto en una serie de impresionantes desafíos, la efigie, las sirenas, la fiel Penélope, los cíclopes...etc. Todas estas narraciones, encantadoras y llenas de magia, se dan cita en la Odisea de forma aleatoria y poco conexa.

Sin embargo, la Iliada obedece a una unidad de acción perfectamente planteada y supone el auténtico inicio de la literatura griega. Es el poema de una humanidad abocada a una existencia absurda, en la que el Destino es aceptado valerosamente y en donde lo heroico es la máxima justificación de la vida de unos seres en perpetua y obligada contienda interna y con sus vecinos. Invaden territorios, empujados por invasores más poderosos, en un constante proceso de supervivencia o, a veces, de desaparición y reemplazo de las primeras civilizaciones de un mundo progresivamente habitado, en el que los pueblos inician un acelerado proceso de progreso y de expansión demográfica en un marco de grandes y trágicas convulsiones que, contra toda lógica, se siguen repitiendo miles de años después, en la Era Atómica, en muchos de los lugares de este mundo de finales del siglo XX.

No, no han bastado más de seis mil años, de diferentes y, hoy, bien conocidas culturas, para que el hombre haya dejado de venerar a sus sangrientos dioses, divinos o humanos, ni acabado con el modelo de poder que representan. Tal vez este sea el único modelo útil o afín a nuestra condición. ¡No!, yo no lo creo.

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