Pequeño Hermano dormido, toma mi mano llena de tiempo y camina hacia aquella luz que ves lejana, perdida entre la oscuridad de la duda y la incertidumbre.
Ven, hermano. Ven y camina. No vuelvas los ojos atrás ni retrocedas. Yo estoy a tu lado, y desde que los planos invisibles te dirijo.
Cuando tú velas, yo velo tu vela y cuando duermes estas conmigo, en mis brazos.
No temas nada. No te ofusques con las pequeñas depresiones diarias. Ellas no pueden tocar tu Yo Real y tan solo dañan tu capa superficial. No son sino picazones que solo duran un momento.
Pero mira, mi pequeño hermano dormido. Mira las estrellas. Mira mas allá de ellas y me veras. Después cierra los ojos y mira hacia adentro. Cuando hayas creado la luz, mira dentro de ella y me verás.
Me verás cuando transciendas las ilusiones de fuera y las de dentro.
Pero ¡Que alegría tendrás cuando me veas! Cuando veas que somos la misma cosa, con todos y con todas las cosas.
ASI HABLABA QUETZALCOATL
Elisenda Gimbernat
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