Estaban
todos sentados en un jardín, bajo las ramas de un gran árbol. Y
todo era paz en aquel lugar. El sol se iba escondiendo y una ligera
penumbra se adueñaba del aire. Y un niño le pidió:
Quetzlcoatl
háblanos de la Alegría.
Y El
le miro dulcemente, y después miro a cada uno de los que estaban
allí y con voz suave como la de la brisa que sube del fondo del rió
así decía:
Alguien
ha dicho que la Alegría es la fuente de la juventud y limpia sus
hojas y la hace crecer sana, como crece un árbol con buena tierra.
Pero
deben saber que la Alegría no es el jolgorio, ni la risa, ni la
diversión.
La
Alegría va siempre vestida de blanco y cuando asoma a la boca y lo
hace con una simple sonrisa que llena los corazones y diluye la
tristeza.
Y
cuando asoma a los ojos, casi siempre arrastra a las lágrimas, pero
estas no son de llanto sino de gozo.
Y
cuando viene a las manos, estas desearían que sus dedos se hicieran
plumas y pudieran volar hasta el horizonte del sueño donde todos
somos UNO.
Quetzacoatl
Elisenda Gimbernat
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