jueves, 26 de abril de 2012

CIBELES

Diosa de origen frigio, entro desde muy temprano (siglo VII a.C) en contacto con los griegos de Jonia, Cibeles era de siempre llamada Gran Madre (Magna Mater) y por eso además de su propio culto se identificaba, a veces, con Rea y hasta con Démeter, algo después. En general fueron diosas que mantuvieron la independencia de su culto, con rasgos comunes. Cibeles era la gran señora de la fertilidad y sus cultos eran orgiásticos y relacionados con lo que le ocurrió a Atis, amante de la diosa, muerto trágicamente. No figuraba en el panteón heleno, pero llegó a ser una deidad de culto muy extendido por todo el mundo romano. A la propia Roma llegó procedente de Pesinunte, donde se la honraba bajo el nombre de Agdistis, junto a un meteorito sagrado (en griego baitýlion) que la figuraba y que se veneró primero en el templo de la Victoria en el Palatino, hasta tener más tarde un templo propio para Cibeles. Quizás el culto romano fue mayor porque Cibeles (Magna Mater Deum Idaea o sea, "Gran Madre de los dioses del monte Ida") procedía del Asia Menor igual que, míticamente, creían proceder los romanos como pueblo.... Normalmente esta diosa vinculada con la fertilidad y también con los misterios era representada en forma sedente portando un león pequeño en las rodillas. Poco después aparecerá ya sentada en un trono y flanqueada por sendos leones o panteras. Si la imagen era más amplia, a su alrededor debía haber un grupo de coribantes que hicieran, con timbales y címbalos, una música estridente. Durante la República se moderaron los cultos orgiásticos a Cibeles y a Atis, que fueron más tolerados y cobraron mayor fuerza durante el Imperio. Los ludi Megalenses que se celebraban en abril eran en honor de la diosa. Curiosamente la estatua de Cibeles (como fuente y adorno del Paseo del Prado), que ha terminado casi haciéndose el símbolo de la ciudad de Madrid, es una perfecta representación dieciochesca, fue el ilustrado Carlos III quien situó esos adornos mitológicos, más abajo están Neptuno y Apolo, de la más clásica imagen de la diosa frigia.

Los testimonios más antiguos sobre Cibeles en el mundo griego proceden de poetas como Hiponacte y Píndaro. El romano Catulo dedicó un poema a "Atis" y hay otras referencias (siempre espigando) en los Fastos de Ovidio, en Lucrecio y en las Antigüedades romanas de Dionisio de Halicarnaso. En el mundo antiguo Cibeles fue representada esencialmente en relieves votivos o en monedas, aunque aparece también en lucernas con Atis y Mercurio. Andrea Mantegna pintó en 1506 una "Llegada de  Cibeles a Roma". Otras imágenes suyas aparecen en cuadros de Lucas Giordano, de Palma il Vecchio, o ya más modernamente en un fresco de Böcklin titulado "Magna Mater" de 1870.

El poeta Gerardo Diego escribió en 1980 un "Himno a Cibeles" (recogido en su libro misceláneo Hojas, último del tercer tomo de su Poesía, Alfaguara, Madrid, 1996, aunque reproduce otra edición de 1989) donde celebra el madrileñismo de Cibeles con motivo de que el Ayuntamiento de Madrid regalara al de Ciudad de México una reproducción idéntica de la estatua madrileña. Comienza así el soneto de ocasión: "Oh madre majestad, diosa Cibeles/ soberana en tu trono, cielo en tierra,/ esposa de Saturno a quien impeles,/ cierras y abres su anillo, paz o guerra..." (...)

No deja de ser curioso el destino hispánico de Cibeles como "diosa castiza", cuando se trata, en verdad, de una deidad compleja y misteriosa de cultos violentos. Quizá las bandas de jovencitos borrachos que pasan los sábados de madrugada junto a la estatua de la diosa después de la farra y el botellón representen mejor un parte del originario culto a Cibeles que las probas autoridades urbanas. Quizás un caso especial (por lo que supone de contenido erótico suavemente orgiástico, una felación, en una diosa que no lo tenía, por lo menos de signo amable) pueda ser el poema de Ana Rossetti, en su primer libro, Los devaneos de Erato (1980) titulado "Cibeles ante la ofrenda anual de tulipanes".

Laura Fortea

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