
Era una costumbre piadosa entre los antiguos ofrecer a los difuntos un pastel de miel para saciar (o engañar) a Cerbero, pues se creía que en el Hades se alimentaba de carne humana.
Es frecuente en los vasos áticos (de figuras negras o rojas) la imagen de Heracles saliendo del Hades con el cadáver de cerbero, bajo la mirada de Plutón o de Perséfone. Los artistas modernos (especialmente a partir del Renacimiento) han pintado a Cerbero en relación con las hazañas de Herácles. Así Schiavone, 1563 en Venecia, o en la serie de Zurbarán dedicó a Heracles, en 1636, y que está en el Prado. Al fin de la Antigüedad, intentando racionalizar el mito, se tenía a Cerbero por una serpiente venenosa o un simple perro salvaje. La Edad Media cristiana quiso ver en él una alegoría de la codicia o de la misma muerte. En las historias increíbles del Anónimo Vaticano (un pequeño compendio mitológico griego que se supone escrito hacia el año 450 de nuestra era) se dice de Cerbero: "Cuentan que Cerbero el perro lo robaron de noche y lo ocultaron en una caverna carente de luz; Heracles, tras recogerlo, se lo entregó a Euristeo". Convengamos, de nuevo, en que el afán racionalista (incluso con su relato) queda muy por debajo del mito primigenio.
Laura Fortea
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