domingo, 29 de abril de 2012

CÍCLOPES

Aunque se dice que había varios grupos de cíclopes , la antigüedad (desde Hesíodo) los consideró hijos de Urano y de Gea. Eran seres gigantes con un único ojo en la frente. Tres de los más famosos fueron Brontes (que viene a significar "el tonante"). Estéropes ("relámpago") y Arges ("brillante"). Pues ellos tres forjaron el rayo destructor de Zeus y le ayudaron en su lucha vencedora contra los Titanes. Sin embargo, gracias a la Odísea homérica se ha hecho mucho más famoso otro cíclope, en principio de menor entidad que los anteriores, llamado Polifermo, considerado devorador de hombres. Que si de un lado se enamoró de la nereida siciliana Galatea (que no le hizo caso, pues prefirió al joven Acis, hijo de un fauno), de otro fue cegado por el propio Odiseo, en un célebre episodio de la epopeya. Polifemo retiene en su gruta a Odiseo y a sus compañeros, pero este lo emborrachó y cegó después de clavándole una estaca en su único ojo, para que todos pudieran abandonar el antro. Polifemo es, en el fondo, un gigante maligno pero desdichado, pues no sólo quedo burlado y ciego, sino que aunque en su furia amorosa lanza piedras contra Acis, y le aplasta con una de ellas, Galatea (antes de metamorfosearse en río) vuelve a dar vida a su amado convirtiéndolo en la fuente fluvial que asimismo lo transforma en río. A los cíclopes en general, se les consideraba con frecuencia también ayudantes de Hefesto en su fragua. Asimismo, se les tenía por míticos constructores de algunas celebres y poderosas murallas de ciudades muy antiguas, como Micenas o Tirinto.

Si la historia general de los cíclopes se halla en la Teogonía de Hesíodo y la Biblioteca de Apolodoro, la mucho más popular historia de Polifemo está en la Odisea, en el drama satírico de Eurípides El Cíclope y desde luego en las Metamorfosis de Ovidio. Los vasos griegos antiguos representaron a menudo la enucleación del ojo de polifemo, pero su fallida historia de amor con Galatea se pintó en casas romanas, como la llamada Casa de Livia en Roma, además de en multitud de mosaicos y relieves. Acis y Galatea (con la inevitable presencia de Polifemo) fue un tema muy recurrido en la pintura y la literatura del Renacimiento y del Barroco. Auguste Rodin esculpió, después, un bronce titulado "Polifemo" de 1888, del que existen diversas versiones; y en la pintura podemos seguir la pista de esta leyenda (de origen helen´sitico) al menos desde el hermoso "Triunfo de Galatea" de Rafael hacia 1512. La lista de Polifemos y Galateas sería enorme, incluyendo el "Polifemo" de Rubens o el muy posterior de Gustave Moreau (contemplando a Galatea) o aun el inquietante "Cíclope" de Odilon Redon (1900). Por ceñirnos ahora al ámbito hispánico, recordemos La Galatea de Cervantes, que es una novela pastoril, La fábula de Polifemo y Galatea (1612) del gran Luis de Góngora o más adelante, la Égloga II del padre Arolas. En lo moderno ha recreado el mito de "Acis y Galatea" Jaime Siles en su libro Semáforos, semáforos (1989), celebrando el cuadro de Poussin:

"El cuadro del museo que miramos/"Acis y Galatea", ella y él/ somos nosotros mismos mientras vamos/-ojo, labio, boca, lengua, mano-/sobre la carne del amor humano/ ensortijando flores, cuerpos, ramos/ de un verano mejor que el del pincel". Aunque no podamos dejar el asunto sin citar algo a Góngora  y su magnifico poema, dedicado al Conde de Niebla: "De este, pues, formidable de la tierra/bostezo, el melancólico vacío/ a Polifemo, horror de aquella sierra,/ bárbara choza es, albergue umbrío,/ y redil espacioso donde encierra/cuanto las cumbres ásperas, cabrío/ de los montes esconde: copia bella/ que un silbo junta y un peñasco sella".

Por supuesto el antiguo cine (años cincuenta) llamado "de peplo", que reflejaba mitología o leyendas griegas, con mayor o menor precisión, ha sacado a los cíclopes en el séptimo arte. Pero es raro que no hayan aparecido ahora, en la edad de los efectos especiales y el gusto por las criaturas monstruosas.

Laura Fortea

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