viernes, 30 de septiembre de 2011

LOS ARGONAUTAS

La leyenda de los Argonautas es muy antigua y según varios autores de origen prehomérico. Por eso existen variantes (sobre todo en sus inicios). La versión más popular en el mundo antiguo, suponía, de fondo, la rivalidad de dos dioses muy poderosos Hera y Posidón. Cuando en Yoleo, Esón quiso suceder como rey a su padre Creteo, fue expulsado, contra derecho, por su hermano Pelias, que sin embargo salvó al pequeño Jasón (hijo de Esón) dándoselo al centauro Quirón para que este lo educara lejos de la ciudad. Pero cuando Jasón fue ya un joven, decidió volver a Yoleo y reclamar la herencia de su padre. Pelias (que a causa de un oráculo debía de estar prevenido contra un joven que llegará con una sola sandalia) quiso deshacerse de Jasón, para lo que simuló un sueño. Debía mandar una expedición a la lejana Cólquide para rescatar el vellocino de oro, que era la mágica piel de carnero con la que antiguamente Frixo y Helle habían huido hasta allí. Jasón se declaró dispuesto a comandar la expedición a la Cólquide para traer de nuevo el vellocino de oro a Yolcos. Para ello se construyó una nao que se llamó Argó ("la rápida") y para la cual la msima Atenea fabricó una proa hecha con madera del robledal de Dodona, que hablaba.

Los Argonautas son, pues, por extensión, todos los héroes (unos veintisiete, la nómina no siempre es igual) que participaron en el viaje de la nave Argó hasta la Cólquide, sufriendo mil peripecias y aventuras en el camino: Orfeo, los Dios curos (Cástor y Pólux), Peleo, Heracles e Hilas, los hijos de Bóreas, Zetes y Calais, además del propio Jasón, son algunos de los más conocidos argonautas. Tras su pacífica estancia en la isla de Lemnos, donde sólo había mujeres, y donde su reina Hpsípila los recibió un año entero muy hospitariamente, el resto del viaje está lleno de aventuras y percances, algunos muy famossos en la mitografía griega. Polideuces vence a los bebricios; en el Mar Negro sortean (por consejo de Fineo) a las Simplégades, rocas que chocaban entre sí, hasta que llegaro a la Cólquide; allí Jasón exigió a Eetes el vellocino de oro, pero este le puso dos condiciones para recuperarlo. Jasón debia uncir en el arado a bueyes que resoplaban fuego y sembrar en esos surcos dientes de dragón y de inmediato luchar con los fuertes guerreros acorazados que salieran de tal siembra. Parecía imposible. Pero Medea, la maga hija de Eetes y nieta del dios solar Helio, que se enamoró de Jasón, le proporcionó a este un poderoso ungüento para protegerse del aliento abrasador de los bueyes. Luego (le dijo Medea) cuando salieran hombres acorazados de los sembrados dientes de dragón, él debía arrojar una piedra contra ellos, y de ese modo los guerreros dirigirían sus armas unos contra otros y morrirían. Aunque Jasón triunfó así de ambas pruebas, Eetes no le quiso entregar el vellocino de oro, y Jasón lo tuvo que robar de noche, luego de haber adormecido, con una pócima que le proporcionó Medea, al dragón de cien ojos que lo custodiaba. Obteniendo el vellocino, los argonautas (con Medea volvieron de inmediato a la nave Argó (también se puede ver escrito Argos, que para otros sería otro argonauta). tras nuevas peripecias, los argonautas llegaron finalmente a Yoolco, o Yolcos, en Tesalia, no sin una historia cruel por parte de Medea (un personaje muy complejo den la mitología), pues esta había huido con su hermano pequeño Apsirto, al cual mató y descuartizó al comienzo del viaje de retorno, para que Eetes, entretenido en recoger del mar los pedazos de su hijo querido, diera ventaja a los argonautas en su huida. El vellocino de oro era para muchos un símbolo poderoso del poder real y para Píndaro (por ejemplo) algo que tenía que ver con especiales ritos funerarios de la Cólquide, donde ser enterrado en un vellocino era la señal de obtener la paz eterna. Esta es la versión resumida, dejando de lado los episodios adyacentes, se trata de una leyenda singularmente complicada e imaginativa. Aparece sobre todo en el poema helenístico de Apolonio de Rodas, las argonáuticas (270 a.C.), así como en las Argonaúticas latinas de Gayo Valerio Flaco (siglo I d.C), también lo cuenta Apolodoro en su Biblioteca y hay referencias más antiguas en la Pítica IV de Píndaro. El texto de Valerio Flaco es mucho más largo que el de Apolonio rodio.

En la Edad Media (a través de Valerio Flaco) los Argonautas son considerados tal una suerte de caballeros andantes en busca de su particular grial. Por eso, a mediados del siglo XV (en 1430) el duque de Borgoña, Felipe el Bueno, creó la Orden del Toisón de Oro (vellocino de oro y uniforme rojo) que adquirió enseguida notable singularidad y prestigio, pasando en 1477 a la casa de los Habsburgo, de donde la han heredado los reyes de España.

Pintados por Carracci, por Tiépolo o por un pintor contemporáneo tan amante de los mitos como Giorgio de Chirico, o antes por el preciosista del simbolismo Gustave Moreau ("El regreso de los Argonautas", 1897, un lienzo hermosísimo).

Laura Fortea

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