
Porque,
¿qué semilla no espera impaciente a la mano del viento que la lleva
a otros campos, donde pueda producir ciento por uno? ¿Qué pajarillo
no espera con inquietud que su madre lo saque del nido y lo empuje al
vacío, para poder extender sus alas e ir por sí sólo a comer, e ir
por sí sólo a jugar con el cuerpo de la vida?
Del libro: Así Hablaba Quetzacoalt
Elisenda Gimbernat
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